Reconozco que no veo la televisión en gran formato de canales. Ni si quiera el telediario. Ni si quiera el tiempo, con las desventajas que esto conlleva. Y reconozco que es importante estar comprometido con los temas actuales (no queda otra), pero no así, en ese formato, me agota, lo reconozco. Así que cuando de repente vuelvo a surfear por los canales (con el compromiso social siempre presente) se convierte en un ejercicio de atención curiosa, otras de rechazo y las muchas de saturación por exceso de todo. Reconozco que soy una mala espectadora, aunque no tengo claro que sea mea culpa.
El caso es que la noticia del fallecimiento de Veronica Forqué me llegó en esos periodos de absoluta desconexión de la tele. Me llegó a través de las redes. Me llegó en pequeñas dosis y con información parcial. Nos deja con tal edad (excesivamente joven, qué raro, qué pena, no puede ser). El icono del cine. La Veronica de los grandes directores. Diálogos inolvidables. Grandísima pérdida. Su sonrisa. Su mirada. Su mirada y su sonrisa. Su voz.
Es más tarde y a través de esas mismas redes, ya con artículos de opinión cuando voy conociendo más detalles de las circunstancias que precipitaron un final que no debió de ser tal: programa de audiencia, carnaza, espectáculo, qué mal está esta mujer, todo vale, salud mental, problema de salud mental, sensibilidad, criterio o falta de criterio, humanidad o falta de humanidad, apoyo social, falta de conciencia social y anestesia emocional, estigma, suicidio.
Os dejo este cuento titulado ESTOY CONTIGO de Cori Doerrfeld que me llega también de las redes, para cerrar este círculo.
Parece que nos da un pequeño respiro.
Espero que lo disfrutéis y como siempre, buena salud mental.
https://www.youtube.com/watch?v=unph-oLtUZc&t=54s